Hace unas semanas se dieron a conocer los resultados sobre el comportamiento del PIB, cifras a partir de las cuales se estableció que la actividad económica de Colombia creció un 1,7 % en 2024, inferior a las expectativas del mercado, pero que confirman que el país está superando los retos que la afectaron de manera especial en 2023. Aunque todo apunta a que Colombia consolidará su reactivación económica en los próximos meses, aún hay sectores que muestran un rezago que debe ser superado.
Uno de ellos es el sector de la construcción, en particular el de edificaciones, que ha registrado caídas durante seis trimestres consecutivos, a lo que se suman indicadores que aún no muestran señales claras de recuperación. Dado que la vivienda es un motor clave para la actividad económica y el empleo, este desempeño nos invita a reflexionar frente a qué tan lejos podríamos llegar si canalizáramos esfuerzos y recursos para asegurar la reactivación sectorial, y cuántos hogares más se verían beneficiados.
Esta, sin duda, es la mayor cualidad que posee el sector vivienda: su capacidad de mejorar la calidad de vida de los más vulnerables. De hecho, el acceso a una vivienda digna es un requisito indispensable para mejorar el bienestar en las sociedades contemporáneas. Al respecto, cabe mencionar que la vivienda es una de las cinco dimensiones para calcular la pobreza multidimensional en Colombia, por lo que garantizar las condiciones para que los hogares habiten una vivienda en condiciones adecuadas automáticamente reduce la desigualdad social.
En este sentido, el sector financiero se convierte en un aliado fundamental para lograr este cometido, pues el mercado de vivienda está intrínsecamente ligado a su quehacer, ya que tanto los desarrolladores inmobiliarios como los compradores requieren un alto grado de apalancamiento financiero a largo plazo. Así las cosas, el fortalecimiento de los mercados de crédito no solo impulsa el desarrollo de la vivienda, sino que también contribuye al crecimiento de los mercados financieros, creando una relación mutuamente beneficiosa.
Debemos tener en cuenta que es poco probable que una familia cuente con los recursos necesarios para adquirir una vivienda sin recurrir al sector financiero. En efecto, en 2024 se entregaron aproximadamente 144.352 unidades, de acuerdo con La Galería Inmobiliaria. En ese mismo año, las entidades bancarias realizaron 115.528 operaciones de financiación de vivienda, incluyendo créditos directos y leasing habitacional. Como resultado, 80% de las adquisiciones de vivienda nueva en el país requirieron la intermediación del sistema financiero.
Más impresionante aún: desde 2010, el sistema financiero ha realizado más de 1.400.000 desembolsos para vivienda nueva, permitiendo que el mismo número de hogares se conviertan en propietarios gracias a su intermediación. Todo esto ha ocurrido en un contexto de profundización financiera de la cartera hipotecaria, que ha crecido en promedio 6,1% desde 2010, alcanzando un máximo de 8% en 2020 y que hoy tenemos la tarea de seguir fortaleciendo.
En la medida en que aumente la cartera hipotecaria y se fortalezca la banca, el sector vivienda también se consolidará. Como resultado, más familias podrán acceder a una vivienda digna que mejore su calidad de vida, contribuyendo a la reducción de indicadores como la pobreza multidimensional. Lograr que más familias se conviertan en propietarias es un objetivo que está alineado con la misión de construir una sociedad con mayor bienestar.
*Presidente de Asobancaria