Viernes 05 de Diciembre de 2025 – 5:38pmEl origen
El aire en la Zona Bananera, en Ciénaga, Magdalena, donde los racimos de la (UFC) crecían en una opulencia que contrastaba con la miseria de quienes los cortaban, se había vuelto irrespirable.
Era noviembre de 1928 y la paciencia de miles de trabajadores finalmente se había agotado. La protesta no era por una simple diferencia salarial, sino por la dignidad misma. Los obreros eran pagados con ‘vales’ o fichas que solo podían canjear en los comisariatos de la propia compañía, quedando atrapados en un círculo vicioso de deuda y dependencia.
Durante semanas, la masa obrera, liderada por sindicalistas y figuras como María Cano, había generado un pliego de nueve demandas que exigían algo radical: el pago directo y en efectivo, el reconocimiento como empleados directos, seguro, descanso dominical remunerado, servicio hospitalario digno y habitaciones con condiciones.
Decreto de muerte
Ante el desafío de los huelguistas, el Gobierno de Miguel Abadía Méndez no optó por la negociación: envió al Ejército Nacional. El mensaje del Estado fue inequívoco: la protesta social era una amenaza directa al orden y a los intereses de la poderosa compañía extranjera. Las tropas, bajo el mando de Cortés, tomaron posiciones.
A medida que se acercaba diciembre, miles de huelguistas, agotados pero firmes, convergieron en la Plaza de la Estación de Ciénaga, el corazón de la protesta. No llevaban armas, solo la esperanza de que la presión popular obligara al gobierno a dialogar. Sabían que estaban en territorio militar, pero confiaban en la luz de la mañana. Lo que no sabían era que Cortés ya había firmado un decreto que los convertía en una “cuadrilla de malhechores” y que la noche del 5 al 6 de diciembre terminaría con una descarga de fusilería que silenciaría para siempre sus justas demandas.
Dignidad Vs. Masacre
En la madrugada del 6 de diciembre, Cortés dio la orden a la tropa, compuesta por militares de otras regiones para asegurar su obediencia, de abrir fuego contra la multitud desarmada. La cifra exacta de víctimas nunca fue establecida con certeza.
El Gobierno de Miguel Abadía anunció públicamente un saldo de 13 muertos y 19 heridos. Sin embargo, la verdad era mucho más oscura. Un oficio de la Embajada de Estados Unidos en Bogotá, fechado en enero de 1929, informó a Washington que el número total de huelguistas asesinados por militares colombianos superó los 1.000. El joven parlamentario Jorge Eliécer Gaitán investigó los hechos, realizó un célebre debate en la Cámara de Representantes y sugirió que el número de víctimas superó las 1.500 personas.
La memoria de Macondo
El recuerdo de este suceso es hoy una memoria emblemática en Colombia. El nobel Gabriel García Márquez inmortalizó el evento en su obra cumbre Cien años de soledad, donde el coronel Aureliano Buendía recuerda que, tras los disparos, los cuerpos fueron llevados en un tren de doscientos vagones. Este relato, aunque hiperbólico, refuerza el esfuerzo estatal por silenciar la brutalidad de los hechos: “no hubo muertos”, repetía la versión hegemónica, una frase que ha resonado en la memoria colectiva por generaciones, evidenciando la magnitud de la masacre que el Estado quiso negar.
la masacre de las bananerasUnited Fruit CompanyObreros1500 muertos192897 años despuésPara no olvidarLa madrugada del 6 de diciembre de 1928, la Zona Bananera no amaneció con el olor del banano, sino con el hedor de la pólvora y la sangre. Visible: SíLindaospino
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Fecha de Publicación: jueves, 4 de diciembre del 2025