Basureros ‘a cielo abierto’, el feo paisaje que no merece Santa Marta
El goce a un medio ambiente limpio no se garantiza en varios lugares de la ciudad lo que deteriora la imagen, contamina espacios públicos como separadores viales, andenes y sitios de interés turístico.
La ciudad nos la tiene convertida la empresa Atesa en un basurero a cielo abierto. Santa Marta que en dos semanas y media cumple 500 años da pena mostrarla. Hay basuras en las esquinas, en los separadores, en las avenidas, por todos lados.
Samarios, residentes y visitantes son testigos del deterioro del medio ambiente debido a la acumulación de residuos sólidos, plásticos, enseres y diversos desperdicios regados en separadores viales, en puntos críticos de la Vía Alterna al Puerto y al lado de los contenedores.
Los conductores del transporte público colectivo e individual, así como quienes manejan vehículos particulares o motocicletas también están indignados porque en las principales avenidas y calles de mayor flujo de automotores se advierte un panorama de suciedad en donde proliferan desechos vegetales amontonados, escombros y otros restos de materiales de construcción.
En varios tramos de la Avenida del Río cerca a la entrada del barrio Las Malvinas y en el separador vial la vecindad coloca sus desechos en bolsas plásticas mientras que los perros callejeros las rompen en busca de alimentos provocando un reguero total.
En la parte exterior del conjunto residencial Benjamín Alzate están ubicados unos contenedores que no dan abasto para almacenar el volumen de desperdicios con el agravante de que muchas personas de barrios circundantes llevan sus desechos y sin escrúpulos los dejan al lado de los contenedores.
La ciudadanía padece el impacto visual y ambiental provocado por el deplorable ‘espectáculo’ que brindan los basureros ‘a cielo abierto’ que tienen en jaque la salubridad pública de los samarios. Lo más triste también es la falta de limpieza y desinfección a las estructuras plásticas para mitigar los olores desagradables que éstos emanan cuando los lixiviados colapsan.
Algunos comerciantes de la ciudad y emprendedores ubicados en los alrededores de la clínica Los Nogales están preocupados ya que han visto la disminución en las ventas como consecuencia directa de la pestilencia que se percibe en una amplia zona de la intersección vial de la Avenida del Río con Avenida del Libertador.
VÍA ALTERNA AL PUERTO
Y si nos trasladamos hacia la Vía Alterna al Puerto el panorama es igual de cruel especialmente en los accesos a los barrios Juan XXIII, San Fernando y San Jorge en donde la frecuencia de los camiones recolectores es día por medio, mientras que las zonas aledañas al canal Bastidas-Mar Caribe están convertidas en escombreras y basureros públicos.
Es habitual encontrar cascarones de neveras, televisores, colchones, enseres viejos, envases de vidrio y plásticos, además trozos de madera, poda de árboles, sacos llenos de piedras, pañales, calzado roto y muchos otros desechos.
A pesar de los avisos informativos y pedagógicos en donde se recuerda el horario y frecuencia de la recolección: los lunes, miércoles y viernes, muchas personas hacen caso omiso violando la advertencia de prohibición de arrojar basura en los accesos a los barrios emblemáticos.
La suciedad que se ha vuelto parte del ‘paisaje’ de Santa Marta deja al ‘desnudo’ la falta de conciencia cívica y la urgencia de adoptar sanciones para quienes arrojen materiales de construcción, podas y otros desechos en áreas públicas.
Igualmente, la importancia de motivar el liderazgo de ambientalistas, ecologistas, biólogos, educadores y samarios genuinos comprometidos en implementar un activismo cívico orientado a transformar las ‘cloacas’ en zonas verdes revitalizadas.
El poder de la acción colectiva es capaz de generar cambios significativos en una coyuntura especial como son los 500 años de Santa Marta, los cuales inician a partir del 29 de julio. Por esa razón desde las tres localidades que conforman el distrito de Santa Marta debería gestarse un ambicioso programa de educación ecológica avivando la samariedad.
EN LA AV. FERROCARRIL
Un punto crítico sobre la Avenida del Ferrocarril es el parque Sesquicentenario en donde se encuentran varios contenedores destruidos y casi siempre están desbordados de múltiples residuos, los cuales atraen a recicladores y personas en condición de habitante de calle.
El descontrol y la ausencia de un sentido cívico por parte de algunas personas que ofrecen servicio de motocarro para botar basuras no tiene límites. Es reiterado ese ‘rebusque’ en distintas comunidades y ante la falta de una regulación está haciendo carrera los refranes populares: ‘el vivo vive del bobo’, y ‘al que le van a dar le guardan’.
Ni los lugares emblemáticos del Centro Histórico ni los sitios de interés turístico en El Rodadero, Gaira, el acceso hacia Bahía Concha, Taganga o la vía a Minca se escapan del impacto ambiental por cuenta del fallido servicio de recolección de las basuras. Para frenar el deterioro ambiental se requieren acciones con sentido común: reemplazar los contenedores destruidos, ampliar la flota de camiones recolectores, impulsar una campaña educativa sobre el manejo adecuado de las basuras y un concurso para premiar el barrio más limpio, imponer multas a las personas inescrupulosas que sean sorprendidas en flagrancia, activar rutas de reciclaje, imponer sanciones por contaminar lotes baldíos o las rondas hídricas de los ríos.