Desde que llegó a Santa Marta proveniente de Ciénaga, Hugo Armando García Bustamante convirtió la venta de empanadas en su sustento, su pasión y su puente con la comunidad. Hoy, en el Día Internacional de la Empanada, comparte la historia de una vida entre fritos, jugos y gestos que nunca olvida.
Por: Gustavo Ramírez Varela
Periodista EL INFORMADOR.
Con el sol apenas asomando entre las casas del barrio La Esperanza, en Santa Marta, ya se siente el inconfundible aroma a fritura casera que marca el inicio de una nueva jornada para don Hugo Armando García Bustamante. Lleva 44 años vendiendo empanadas y otros fritos en la esquina donde su presencia es tan habitual como la brisa del Caribe.
Originario de Ciénaga, don Hugo llegó a la ciudad sin empleo, pero con la voluntad firme de salir adelante. “Un hermano me dijo que le colaborara con la venta de empanadas y así comencé”, recuerda. Lo que empezó como un trabajo provisional se convirtió en su forma de vida.
De martes a domingo, don Hugo se dedica a preparar y vender alrededor de 150 a 160 empanadas diarias, a $2.000 cada una. Acompaña su menú con jugos a $1.000 y otros clásicos de la fritura costeña: papas rellenas, carimañolas y arepas.
“Con esto he sacado a mi familia adelante, tengo tres hijos. Este trabajo me lo ha dado todo”, afirma con orgullo. Más allá de lo económico, para él, su oficio también ha sido una fuente de vínculos valiosos: “Haciendo esto he conocido muchas personas, he hecho amistades que vienen a comprar habitualmente”.
Una de esas amistades marcó su vida de una manera inesperada. “Un día recibí una llamada de mi hijo en Ciénaga, había una situación complicada. Un cliente habitual, que hoy en día es mi amigo, me dijo ‘yo le colaboro’ y me dio 150 mil pesos. Esas son cosas que no se me van a olvidar”, relata, conmovido.
Hoy, en el Día Internacional de la Empanada, don Hugo no solo celebra su producto estrella, sino también la dignidad de un trabajo que ha realizado con entrega durante más de cuatro décadas. Su historia es testimonio de que detrás de cada empanada hay mucho más que masa y relleno: hay esfuerzo, comunidad y humanidad.
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