El pasado domingo 3 de agosto, Santa Marta fue escenario de una emergencia urbana y ambiental de gran magnitud. En menos de tres horas, una tormenta descargó 155 milímetros de agua, lo que bastó para que más de 60 barrios se inundaran, dejando calles convertidas en ríos, viviendas destruidas, familias afectadas y una ciudad colapsada. Pero lo más grave no es el agua que cayó, sino la ausencia de una ciudad preparada para recibirla.
Lo ocurrido no es un evento aislado ni una “sorpresa de la naturaleza”. Es el resultado de décadas de improvisación en la planeación urbana, del abandono sistemático de nuestros drenajes naturales y de la ausencia de un sistema de alcantarillado pluvial que permita evacuar las aguas lluvias de forma segura.
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Quebradas como Japón y La Lata, que históricamente han servido para canalizar las aguas en tiempos de invierno, han sido cerradas, canalizadas parcialmente o reducidas a botaderos de basura, sin una mirada ambiental integral. La Quebrada Japón, por ejemplo, arrastra toneladas de residuos desde barrios como La Bolivariana hasta la desembocadura en el río Manzanares, pasando por zonas hoy altamente vulnerables como el Parque del Agua, donde el drenaje natural ha sido intervenido sin respetar su función ecológica. Y aunque se está canalizando parte de su cauce, no basta con cubrir con concreto una quebrada sin restaurar su ecosistema ni garantizar su limpieza y sostenibilidad. La Quebrada La Lata, por su parte, sigue siendo una deuda pendiente del Distrito: un foco crítico de inundaciones sin intervención estructural.
A todo esto se suma que Santa Marta no cuenta con un sistema de drenaje pluvial independiente. Las aguas lluvias van a parar a la red sanitaria, provocando reboses y mezclas que no solo inundan, sino que también contaminan. Esta mezcla de desidia, improvisación y abandono fue la verdadera causa del desastre del 3 de agosto.
Por eso, hoy exigimos:
• La formulación e implementación urgente de un Plan Maestro de Drenaje Pluvial con enfoque territorial y ambiental.
• La recuperación ecológica de quebradas urbanas, no solo su canalización.
• La protección de rondas hídricas y zonas de amortiguación, como el Parque del Agua.
• Una auditoría ciudadana a las obras de mitigación, con participación comunitaria.
• Y sobre todo, que la planificación de la ciudad deje de darle la espalda al agua.
Lo ocurrido ayer no puede repetirse. Santa Marta no necesita más excusas, necesita soluciones estructurales y sostenibles.