Todas las ciudades de cierto tamaño, enfrentan grandes desafíos debido al desbordado crecimiento; uno de ellos es la congestión que atora las calles, hace demasiado lentos los recorridos, tortura a los ciudadanos y arrasa con la calidad de vida.
A los planificadores de turno no les ha quedado tiempo para pensar en la forma en que deben proyectar los equilibrios urbanos, para que puedan existir suficientes alternativas de oferta de vivienda alrededor de los centros de trabajo, y también de estudio.
Los proyectos de remodelación urbana tienen que ser permanentes, de tal manera que permitan medir con precisión las densidades para que sea posible diseñar las alternativas que faciliten la ocupación armónica de la ciudad.
Cuando una persona tiene que emplear tiempos exagerados en la movilización, su calidad de vida se deteriora dramáticamente, la familia siente que el tiempo no la favorece en el disfrute de la compañía; los quehaceres domésticos se convierten en un delirio de incertidumbre, pues muchas cosas resultan pendientes sin que el tiempo deje resolverlas, y la tortura de soportar un viaje largo en buses atiborrados, con olores revueltos y en medio de una amenaza permanente por la acechanza de los delincuentes es toda un suplicio.
Trabajar cerca al lugar de vivienda; estudiar en las inmediaciones de los colegios o de las universidades, resulta ser uno de los mayores placeres de la vida para cualquier persona, y por qué no decirlo, una de las más agradables conquistas para una familia.
Pero las autoridades urbanas no se han sentado a pensar en serio en el tema; no han podido crear las condiciones para que las cosas fluyan en las ciudades y no han querido entender que para experimentar logros se requiere de un trabajo permanente, sin pausa, que esté midiendo situaciones, detectando giros bruscos en los comportamientos, y creando acciones, para que a la par, ofrezcan soluciones.
Las ciudades grandes no pueden seguir creciendo en medio del caos, y los habitantes no tienen porqué soportar tanta indiferencia e incompetencia. Los alcaldes deberían tener un mecanismo de medición de factores sobre la calidad de vida de los ciudadanos, para tener muy presente qué es lo que los está afectando, de tal manera que sobre esas expresiones se actúe.
Y valdría la pena echar un vistazo a las grandes ciudades en el mundo que funcionan de manera armónica y óptima, para que se pueda entender cómo es que se pueden crear las condiciones y lograr los objetivos.
Los habitantes citadinos, necesitan que los interpreten, que entiendan sus preocupaciones y que se les brinde oportunamente el alivio a sus padecimientos.
*Abogado