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La dignidad no viaja en discursos

Ahora que la dignidad se invoca en discursos y escenarios internacionales, vale la pena recordarlo: la verdadera dignidad no florece en un poema diplomático, sino en un sistema que funcione, en un país donde las decisiones sean coherentes y estén alineadas con las necesidades reales de la gente.

La dignidad se manifiesta en la promoción del trabajo, no en su desaparición; se ve cuando la salud no colapsa por falta de recursos y transferencias, y donde cada ciudadano tiene acceso a una atención digna; y la dignidad también implica que la educación no dependa de vuelos de conexión desde Asia, sino que se garantice una formación de calidad al alcance de todos.

La dignidad de un país se construye con decisiones que promuevan una vida digna para sus ciudadanos. Es decir, no se trata de discursos vacíos ni de propuestas que solo quedan en el papel. Hablar de dignidad es hablar de garantizar ingresos sostenibles, acceso a la salud, a la vivienda y a una educación de calidad para todos, en un entorno que promueva la inclusión, la equidad y el respeto por los derechos fundamentales.

La dignidad de un país no se mide por su poder económico ni por su influencia militar, sino por su capacidad de garantizar esos derechos fundamentales y construir un entorno donde la convivencia sea posible.

De acuerdo con la Real Academia Española, RAE, la dignidad es el “valor de una persona que merece respeto y consideración”, y este valor es el que debe ser protegido por las políticas que tomemos. Para Colombia, esto no significa rechazar nuevas opciones o cambios, sino asegurarse de que esos cambios no impliquen sacrificios en los pilares que sostienen nuestra estabilidad: el empleo, la inversión y la soberanía.

Una nación digna es aquella que respeta la libertad de sus ciudadanos para tomar sus propias decisiones. No se trata solo de rechazar lo que viene del exterior, sino de saber manejar esas relaciones con sabiduría, sin dejarse arrastrar por la dependencia o la sumisión gratuita. La dignidad también exige que los acuerdos se hagan en pie de igualdad, sin que un país se vea obligado a ceder su integridad para recibir favores o créditos.

La dignidad se construye hacia adentro, a través de políticas públicas que fomenten la equidad, la justicia social y la participación ciudadana. La dignidad se forja en la lucha diaria por mejorar, por proteger lo que realmente importa: el bienestar de su gente.

La dignidad no viaja en discursos. En tiempos donde se venden ilusiones con palabras rimbombantes y se amenaza con destruir lo construido en nombre de una falsa refundación, es más necesario que nunca recordar que la dignidad no se improvisa. Se construye, día a día, con responsabilidad, con respeto por las instituciones y, sobre todo, con memoria.

Hay naciones que han cambiado profundamente sin romper su tejido social. Han sabido transformar sus modelos productivos sin destruir el empleo, y abrirse al mundo sin renunciar a sus principios. Colombia puede y debe aprender de esas experiencias, adaptarlas a su realidad, y construir una ruta que combine transformación con respeto por lo esencial.

La dignidad es el pan en la mesa, la escuela que abre sus puertas cada mañana, el hospital que atiende sin preguntar cuánto puede pagar el paciente. Esa es la verdadera patria digna y es la que debemos defender.

*Presidenta de AmCham Colombia y Aliadas


Ahora que la dignidad se invoca en discursos y escenarios internacionales, vale la pena recordarlo: la verdadera dignidad no florece en un poema diplomático, sino en un sistema que funcione, en un país donde las decisiones sean coherentes y estén alineadas con las necesidades reales de la gente. La dignidad se manifiesta en la promoción […]


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Fecha de Publicación: domingo, 25 de mayo del 2025


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