A pesar de ser uno de los más nuevos, es uno de los departamentos más golpeados por la grave situación de desnutrición en el país.
Hoy el departamento de La Guajira celebra 60 años de haber sido fundada y reconocida legalmente en el territorio colo|mbiano en 1965, fecha desde la que se siguen marcando historias con su cultura, ancestralidad y riquezas naturales, una de las más grandes del país: río, mar y el desierto.
El territorio estuvo en disputa por las gobernaciones de Santa Marta y Venezuela durante el siglo XVI, por la existencia de perlas, que para entonces era la actividad pesquera que caracterizaba a la economía de la Guajira, quién antes se llamaba Coquibacoa y por la cual se dio la esclavitud de estos pueblo que eran tomados para bucear y encontrar riquezas bajo el mar, lo que produjo la huida de muchos afrodescendientes a los diversos palenques existentes para finales del siglo XVIII, como Matitas, La Ramada (o La Enramá), entre otros.
La Guajira ha sido faro de libertad indígena cuando la Conquista se estrelló contra el coraje wayuu, frontera viva, con mares abiertos a la marimba, a la cultura, al comercio, a los sueños de los que no cabían en el centro. Sin embargo, también fue y sigue siendo saqueada, estigmatizada y mal gobernada. Pero hoy no es un día para hablar de lo triste, ya lo sabemos, ya lo hemos dicho. Celebremos a esta tierra de carbón, sal, gas, cuna de vallenatos, mujeres que sostienen comunidades y de jóvenes que con poco, hacen mucho.
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Aquí, en la tierra donde nadie se rinde, podemos decir que La Guajira no es una tragedia, es una potencia, pero solo quien la ha caminado y ha recibido la hospitalidad de su gente puede entenderlo. Solo quien ha sentido el viento de Jepirra, ha ido a Uribia donde el sol brilla, ha pasado por Manaure, hoy más que nunca la Dama Blanca de Colombia, ha vivido las playas y el carnaval de Dibulla, ha recorrido Maicao, la Vitrina Comercial, ha estado en Riohacha, donde siempre te estamos esperando, primo, ha conocido Albania, la Princesa Negra de La Guajira, ha sentido la calidez de Hatonuevo, tierra de la Amistad, ha amado a Barrancas, mi amada Tierra Amable, ha regresado a Fonseca, porque regresar a ella es repetir la dicha de nacer, ha descubierto Distracción, la Estrella de La Guajira, ha escuchado los versos en San Juan, tierra de la poesía viva, ha sentido el orgullo de El Molino, tierra del Cantante, ha gozado en Villanueva, cuna de acordeones, ha admirado a Urumita, la tierra de las mujeres bonitas o ha caminado por La Jagua, donde revive la Vela de Marquezote… sabe que de este desierto florece gente valiente, orgullosa y siempre dispuesta a darlo todo por su tierra.
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Del norte wayuu al sur campesino, esta tierra late con fuerza propia. En el norte, las rancherías gritan que existen y en el sur, los pueblos resisten sin pedir permiso. Nosotros somos sal, gas y carbón, pero también música, palabra y fuego, somos la cuna de los poetas, de los luchadores, de los que no se rajan. Hoy nos llaman la anfitriona de la transición energética y quiero decirles que bienvenidos los paneles y los vientos, pero con condiciones. Que no nos usen como siempre, que la energía que salga de aquí alumbre nuestras propias casas primero, que cada torre eólica respete a nuestros pueblos y que el futuro no se construya sobre los mismos errores del pasado.
La Guajira está cumpliendo años y queremos que dejen de vernos como un departamento problema y que comiencen a reconocernos como el corazón vivo del Caribe colombiano. Hoy como un guajiro orgulloso, que ha visto de cerca el dolor y la grandeza de su gente, les digo que valemos más que cualquier promesa del pasado.