Jorge Mario Escobar Mindiola, un ciudadano abiertamente homosexual y oriundo de Santa Marta, se ha convertido en símbolo del drama que viven cientos de personas de la comunidad LGBTIQ+ en Colombia, víctimas de amenazas, violencia y desplazamiento forzado ante la inacción del Estado.
El samario quien trabajó durante nueve años con el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) en Bogotá, ciudad donde fue víctima de una estafa que decidió denunciar. A partir de ese momento, según su testimonio, comenzaron las amenazas no solo contra él, sino también contra su pareja. Los mensajes intimidatorios hacían alusión directa a su orientación sexual y contenían advertencias explícitas de violencia física y tortura.
Ante el temor creciente, se vio obligado a renunciar a su trabajo y regresar a Santa Marta. Allí interpuso nuevas denuncias y, aunque se le otorgaron medidas de seguridad, estas nunca se hicieron efectivas y las amenazas continuaron.
Según relató, los agresores llegaron incluso a presentarse en la vivienda de sus padres, dejando un mensaje aterrador: “Que se quede quieto el maricón ese, si no quiere terminar como las maricas en Medellín”. Cada mensaje insistía en su condición de hombre homosexual y advertía que sería torturado como otros miembros de la comunidad LGBTIQ+ asesinados en el país.
La falta de acción por parte de la Fiscalía y otras instituciones lo dejó, según él, sin alternativas.
En medio de la desesperación, vendió junto a su familia lo poco que tenían y huyó hacia los Estados Unidos con la ayuda de un amigo. Hoy, Jorge Mario vive exiliado, teme por su vida y la de sus seres queridos en Santa Marta, y denuncia que la justicia colombiana no ha hecho nada para esclarecer su caso ni garantizar su seguridad. “Mi única falta ha sido ser quien soy”, señala en una declaración enviada a organizaciones defensoras de derechos humanos.
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