El encuentro, desarrollado en articulación con la Fundación El Nuevo Renacer de la Gloria de Dios, no se limitó a la asistencia básica. El corazón de la actividad fue el diálogo: los asistentes compartieron sus historias de vida, desahogaron las dificultades del asfalto y, en un ambiente de profundo respeto, expresaron un deseo colectivo de transformar su presente.

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 El poder del reflejo

El componente estético fue el vehículo para una sanación más profunda. Tras recibir servicios de peluquería y aseo personal, se propició un ejercicio simbólico que marcó el punto más alto de la jornada: mirarse al espejo. Para muchos, verse tras el cambio físico fue un acto de reconocimiento que despertó palabras de esperanza y el anhelo de iniciar un nuevo camino.

“Más que un cambio de imagen, buscamos que se sientan parte de una sociedad que los escucha”, comentaron los organizadores del evento. La actividad también incluyó un espacio de fortalecimiento espiritual, donde la fe y la gratitud sirvieron de guía para aquellos que hoy buscan una oportunidad de reintegración social.

Con este tipo de acciones, se reafirma que la inclusión empieza por reconocer al otro. La jornada cerró con el compromiso de mantener estos puentes de diálogo, recordando que detrás de cada persona en situación de calle, hay una historia que merece ser escuchada y una vida que puede volver a empezar.