La Essmar se volvió a rajar en el Concejo de Santa Marta. En plenaria estuvo presente el gerente interventor Edwin Parada, quien presentó un informe que dejó muy preocupados a los coadministradores de la ciudad.

´Es un informe que refleja la incompetencia de la empresa intervenida, pero además, deja al desnudo lo que ha hecho la Superservicios con el manejo de la compañía´, señalaron los concejales.

En el debate,  los concejales no ocultaron el desgaste que sienten al hablar de lo mismo de una empresa quebrada y por administraciones anteriores y que no ha recibido auxilio por parte de la Superservicios, y por el contrario, bajo su administración ha empeorado

Los concejales aseguran que ahora hay ríos de aguas residuales donde antes no se veían y hay problemas por desabastecimiento de agua en plena temporada de lluvias. ´Esto nadie lo entiende´, aseguró el concejal Enrique González.

´Es un saqueo sistemático lo que ha hecho la Nación con la Essmar, con 9 agentes interventores que han venido a saquear la empresa, se la han robado, no han sentido lástima con la ciudad, ni con la comunidad, ha sido una vulgaridad, un robo a plena luz del día´, precisó el concejal Juan Carlos Palacio.

En el Concejo se recordó que la empresa fue creada en 2016 con el objetivo de garantizar un servicio eficiente de acueducto y alcantarillado, pero que desde sus primeros años sufrió un manejo cuestionado que llevó a la intervención del Gobierno en el año 2021.

ELEVADO DÉFICIT

Los concejales estuvieron de acuerdo con que lejos de mejorar, el déficit de la empresa demuestra hasta donde ha llegado la irresponsabilidad de quienes han estado al frente de su conducción. Las deudas pasaron de 40.000 millones antes de la intervención, a más de 170.000 millones de pesos hoy en día.

´Lo que ha ocurrido es un robo descarado, un saqueo permanente, pero ningún órgano de control dice nada´, señaló el concejal Palacio.

A su turno el concejal Enrique González indicó que “son muchas las preguntas y muchos los cuestionamientos que nos hacemos desde el Concejo, frente los prestadores de servicios públicos y definitivamente la peor de todas es la empresa Essmar´, anotó. 

Otro que se refirió al tema y dijo que lo mejor era liquidar esa empresa y que esta sea devuelta a los samarios, fue el concejal Oswaldo Socarrás: “Desde que está la intervención tengo varias dudas porque ese hueco fiscal va creciendo y lo mejor es que esta empresa sea liquidada y pagados sus activos con el Fondo Empresarial que tiene y maneja la Superservicios y sea devuelta al Distrito saneada´, anotó.

Por su parte, el concejal Juan Carlos Palacio Salas coincidió en que la ciudad no necesita que se le devuelva la empresa, sino que se liquide definitivamente. “Hoy pedimos que se acabe este fortín político, que la Superintendencia asuma su responsabilidad y que, a través del Fondo Empresarial, se cubran las acreencias acumuladas desde 2021”.

Santa Marta hoy es la contradicción más cruel:

Llueve sin parar, pero falta el agua. Todo se inunda, menos los tanques en las casas. Se invierten millones, pero no se ve un solo resultado.

La intervención prometió luz al final del túnel, pero lo único que dejó fue un túnel más largo y más oscuro.

Los samarios, acostumbrados a sobrevivir a las ineficiencias, ya no saben si indignarse o resignarse. Lo único claro es que la paciencia se agotó.

Hoy tenemos una ciudad sin respuestas y una empresa sin timón

La sesión del Concejo terminó sin conclusiones reales. No porque los concejales no ofrecieran soluciones, sino porque la Essmar —intervenida, fracturada, burocratizada— no tiene hoy capacidad de responder.

Los interventores pasan, los problemas se quedan.

Los informes se leen, pero la ciudad se deteriora.

Los contratos se firman, pero los rebosamientos continúan.

Los recursos se van, pero el agua no llega.

Y eso es lo que duele. Lo que molesta. Lo que incendia el espíritu del samario.

Santa Marta necesita que se respete su servicio público, no que se lo usen como botín administrativo. Necesita compromiso, transparencia, inversiones reales. No discursos vacíos, no tecnicismos, no explicaciones que nadie cree.

La escena final quedó tatuada en el ambiente: concejales exhaustos, ciudadanos frustrados, y un interventor sin argumentos sólidos para sostener el relato de una intervención que ya nadie defiende.

El silencio que quedó después del debate fue brutal.

Un silencio de derrota. Un silencio de ciudad abandonada.

Y mientras los concejales guardaban sus documentos y abandonaban el recinto, se escuchó la frase que resume, con precisión quirúrgica, todo lo que hoy siente Santa Marta: “La intervención fue un fracaso. Y la ciudad está pagando las consecuencias.”